Muchas personas tienen una relación muy especial con la comida o bebidas. Esto parece común, sin embargo, hay algo que llama la atención en el área de la psicología del consumidor y es que esa relación genera un comportamiento ritualista haciendo del momento de consumo uno altamente apreciado y que los clientes favorecen ante cualquier otra experiencia.
Seguramente conoces a alguien, tal vez tú mismo, que le dedica un momento especial, un día o una hora específica a disfrutar de comer o tomarse algo en particular. Puede ser una comida en especial, quizás una bebida o cualquier cosa, pero suele ser siempre lo mismo.
La ocasión puede ser una paella un domingo al mes, quizás un pabellón los viernes, o tal vez un café sentado en una plaza al aire libre los miércoles por la tarde. No confundamos esto con una rutina, pues tiene una intención y planificación. Lo que hace especial esta ocasión es que se transforma en un hábito que forma parte de la cotidianidad aportándole seguridad, placer y bienestar conectándolo con una emoción, un sentimiento, una memoria, que se traduce en una recompensa muy apreciada.
Es importante destacar que para el individuo no se trata solo de lo que come, sino de todo lo que rodea la experiencia; puede ser la misma taza, la mesa de siempre, la misma receta o persona que lo atiende.
Los clientes ritualistas son muy especiales para los negocios gastronómicos. Se deben atender con mucha atención, pues lo que los hace volver y traer nueva compañía es su sensación de autoridad y sirven de guía a los nuevos comensales explicándoles los secretos de su ritual y por qué solo se puede realizar en ese lugar.
Un estudio, desarrollado por investigadores de las universidades de Harvard, Minnesota y la escuela de gerencia de Carlson en Estados Unidos, nos ha mostrado que todo comportamiento ritualista que gira en torno a una comida hace que ésta sea más recordada y mucho más sabrosa. En una prueba se le pidió a un grupo de personas que probara un chocolate siguiendo acciones ritualistas, mientras que otros solo lo debían comer. El resultado, el primer grupo describieron la golosina como más sabrosa, valiosa y merecedora de saborear.
Todo restaurante debe hacer consciente que la experiencia que ofrece, en el fondo, tiene el potencial de transformarse en un ritual para el comensal. Desde la bienvenida de una manera específica o la invitación a sentarse en un espacio característico rodeado por una simbología muy particular y auténtica, donde el servicio a la mesa sea realizado siguiendo una etiqueta y protocolo adaptada al estilo del negocio y que la comida sea presentada siempre de una manera única.
La conclusión de la investigación es perfecta: los rituales mejoran el disfrute del consumo debido a la mayor implicación en la experiencia que provocan.
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